"Yo soy anti-Chávez y pro-Morales". UNA ENTREVISTA A ALAIN TOURAINE

Como parte del clima, algo agitado, que generó la Cumbre América Latina - Unión Europea, hacia comienzos de mayo pasó por Lima Alain Touraine, el casi legendario sociólogo francés de la Escuela de Altos Estudios Sociales de París. A punto de cumplir 83 años, el profesor Touraine mantiene la lucidez, la frescura, el humor, el sentido histórico. En esta nueva entrevista para Quehacer, se explaya sobre el momento político latinoamericano, los derechos humanos, la globalización, el cambio climático y sobre una de sus pasiones más consolidadas, que incluso lo ha llevado a escribir un nuevo libro: las mujeres que, según dice, entienden el mundo desde adentro hacia fuera. Touraine hace también algunos apuntes sobre el actual gobierno de Alan García, lo que lo lleva a lanzar algunas críticas inteligentes y sutiles.
Sin duda, el autor de La voz y la mirada (ensayo de 1979) sigue teniendo una gran visión de largo plazo. A pesar de sus lentes profundos, mira lejos. Se sienta, habla con pausa, pero con pasión. Mantiene su agudeza y su fino humor. Desde un sillón, no precisamente Voltaire, comienza a tejer una conversación que se perfila como intensa, divertida. Alan Touraine es una delicia escrita y hablada…
Profesor Touraine, leí un artículo suyo que hablaba de la disyuntiva de América Latina entre Evo Morales y Michelle Bachelet, ¿el péndulo sigue pasando por ahí?
No, no. Mi manera de ver América Latina, como conjunto, está dentro de este mundo global. La visión del enfrentamiento, de la Guerra Fría, ya no tiene ningún sentido. La China es parte de la OMC, por ejemplo. Ha desaparecido el radicalismo de uno u otro lado, todo el mundo está dentro y con posiciones muy variadas. Con la excepción de Chávez, que me parece más importante que la de Castro. Castro tenía el apoyo del campo socialista, Chávez tiene petróleo.
¿Y tiene demasiado peso en Latinoamérica?
Tiene pesos (ríe). Y además es bastante demagógico. No ha hecho grandes transformaciones en Venezuela. Yo diría que hay que evitar la ruptura entre dos partes de este continente. Yo soy anti-Chávez y pro-Morales.
¿Por qué pro-Morales?
Que un gobierno boliviano sea, en parte, indígena me parece positivo. Es como si Obama fuera presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. Pero lo esencial es que hay que apoyar a Morales contra Chávez. Es lo que las empresas petroleras han hecho aceptando que él saque mucha plata en forma de impuestos. Y Lula, aunque molesto por lo de Petrobras, luego cambió de actitud. Ahora Bolivia está entre Lula y Chávez. Y yo espero que caiga por el lado de Lula, porque existe la necesidad de organizar una red continental. No opino sobre el Ecuador, porque no lo conozco bien. Tampoco creo que lo de Santa Cruz vaya a provocar una ruptura en Bolivia.
¿Qué está pasando en Bolivia, entonces? ¿Se está comenzando a vivir, a trompicones, una democracia social?
Sí, usted tiene razón, por eso tengo una actitud favorable hacia Bolivia. Desde 1952 es el único país en América Latina, después de la Revolución mexicana, donde un movimiento radical ha logrado llegar al poder. En un país tan pobre, no veo posibilidades de gobernar si no es a través del capital extranjero o a través de movimientos nacionales-sociales. Hay peligros, pero también hay posibilidades, y yo creo que hay que aumentar las posibilidades de éxito y disminuir las posibilidades de fracaso. Hay que aceptar a Bolivia tal como es, tratando de mantenerla dentro del cuadro del continente.
A pesar de los porfiados referendos…
No me parece que lo de Santa Cruz sea un referendo sobre la independencia. Es a la catalana, no a la vasca. Santa Cruz no es Santiago de Chile, es una ciudad pequeña. No es un gran territorio. Tienen poder económico, pero no es Sao Paulo. Yo estoy muy a favor del referendo. Puede disminuir las tensiones, obliga al gobierno a tener cuidado. Es bueno que haya una oposición, pero todo debe ir dentro del sistema institucional. Lo importante es dar a Bolivia los recursos necesarios para que no dependa totalmente de Chávez, y eso supone apoyo del Brasil.
¿Usted cree que hay dos corrientes progresistas en América Latina? Por un lado, Lula y Bachelet y, por el otro, el famoso Eje Caracas - La Paz - La Habana?
¿Cuando dice La Habana se refiere a agencias de turismo o a la visita programada a la tumba de alguien por diez dólares? Cuba no existe. Creo que en el momento actual la mano de Cuba ha desaparecido. La gente no puede vivir sin tráfico ilegal de dólares, sin prostitución.
Raúl Castro ya está aquí. O allá, más bien…
No sé quién es Raúl Castro. Yo sabía que Fidel tenía dobles, pero Raúl Castro es un mecanismo de eliminación progresiva del castrismo, que no existe más desde 1989, cuando cae el Muro de Berlín y el campo socialista desaparece. Antes Cuba tenía un nivel educativo, de salud pública, de agricultura muy alto, superior al resto del continente. Ya no es así, por eso la gente se va con la plata de Chávez a otras partes. Por un lado está Venezuela, y por el otro, el Brasil, México. Es uno contra cien.
¿Quién inventó esos ejes entonces? ¿La derecha?
Pienso que la idea de América Latina es un sueño, una imaginación, dos idiomas, una cultura, pero no creo que la integración política sea real. Hay una sola realidad y es que el Brasil es una de las grandes potencias del mundo de mañana. Punto. Chile se define fuera de América Latina, como un puente entre el Este y el Oeste. Chile es Asia. México se encuentra en el patio de los Estados Unidos. Hay un Mercosur, que es un acuerdo entre un país y otro país, que es el Brasil.
Usted llamó al Mercosur un país, justamente.
Hace diez, veinte años, había una relación de competencia entre la Argentina y el Brasil. Pero ahora el Brasil está comprando la Argentina pedazo por pedazo. El Uruguay está metido en una pelea ridícula con la Argentina, y el Paraguay nadie sabe dónde está.
Hay una incógnita en estos momentos con Lugo.
La salida del Partido Colorado es una buena noticia, pero punto. Dentro de cincuenta años vamos a ver qué otra noticia hay del Paraguay.
¿Lugo no le parece un personaje relevante?
Está bien, porque no es el Partido Colorado. El Paraguay no puede ir más allá de negociar cualquier cosa con el Brasil. El Paraguay es el único país que tuvo una organización fascista. Yo vi a funcionarios que apoyaban a Stroessner a la manera soviética. América Latina realmente no es un concepto útil. Es un sentimiento, una emoción, muchas cosas importantes, pero que no tienen identidad política, ni económica, por supuesto.
¿Esa idea de la nueva izquierda en América Latina es falsa entonces?
Para mí es falsa. Lo que hay en América Latina, dentro del sistema global, es un nivel de participación. Bajo, pero participación al fin. Dentro de eso se puede implantar la idea de que hay un centro-izquierda, un centro-derecha, pero yo no veo grandes diferencias. La única manera de distinguirlo es si usted considera que disminuir la desigualdad es una prioridad o no. Pero disminuir la desigualdad no es una prioridad. Nadie se interesa en ello.
Eso es tristemente cierto.
Yo diré que América Latina tiene gobiernos de centro-izquierda que hacen una política de centro-derecha.
La incapacidad de hacer una democracia social, nuevamente.
Este continente siempre ha vivido con la idea de que el barco está en mala situación. Mientras tanto, se envía una ONG de vez en cuando. Yo soy muy crítico de eso porque cuando Lula llega al poder no hace nada, no promueve ninguna movilización. América Latina es un continente silencioso.
¿Se refiere a una movilización social?
Sí, y América Latina está en una mejor situación económica, en gran parte porque la dominación de Estados Unidos ha sido reemplazada por la dominación china. La Argentina vive de la China, el Brasil también. Chile está lleno de plata. Todos los países están llenos de plata. Pero los países que tienen mucha plata, como Chile, no la utilizan. Entretanto, el Transantiago está en ruinas, los peatones tienen que esperar dos horas para ir al trabajo. Y nadie se preocupa. Es mejor tener la platita en el armario. No veo un cambio en educación, en salud… El único que hizo algo en el Brasil fue Cardoso: eliminó el analfabetismo, tuvo resultados buenos en salud. Lula dos está también haciendo algunas cosas y la situación está mejorando incluso en materia de desigualdad, que disminuyó de manera significativa. No creo en esa visión liberal según la cual con más riqueza los problemas sociales se resuelven solos. No creo que haya alguien tan estúpido como para decir eso, salvo tal vez en un país…
¿Qué país?
No sé… (ríe). Aparte de eso, no hay planes de transformación social.
Entonces, no hay izquierda en el poder en América Latina. Es un mito…
Solo en Bolivia.
En el Brasil no, en el Ecuador tampoco, ni en Chile…
El Brasil, seguramente no. Lula es un sindicalista que cuando pasa a la política hace una política de centro-derecha. Bachelet no se sabe qué es. Lo que sí sabes es que la Concertación está debilitada y que una parte ya se fue. Hablando francamente, no hay gobiernos de izquierda en América Latina porque la izquierda no existe más. La derecha tampoco. Son conceptos que definían a un tipo de sociedad y ahora hay que redefinir las oposiciones, porque las hay, hay conflictos. Pero yo diría que la globalización y la diversidad cultural son los temas reales. Hay una situación de libre comercio que permite eliminar barreras, pero no creo que sea la derecha, sino ausencia de gobierno. Es dejar que el mercado arregle todo. En tal situación no hay derecha y tampoco izquierda. No hay nada.
El mercado no toma decisiones, ni hace el amor, como alguna vez escribió usted…
(Ríe) No, el mercado por definición no toma decisiones. La idea de mercado es la de un sistema unipersonal en el que los mecanismos son los menos peligrosos. No hay un centro, no hay un patrón, un presidente, etcétera. Es un sistema de interacciones cambiante, complejo. Por ejemplo, la crisis del sistema hipotecario tiene repercusiones en otros países, pero no es una decisión. Para el liberalismo, cuanto menos se decide es mejor.
Eso no es factible para la convivencia social, ni para la condición humana…
Ah, pero absolutamente no. Hemos vivido, en general, en sociedades donde hubo esta visión liberal, porque había barreras, pero también oposición social. Después de un período de capitalismo extremo se necesita un período de neosocialdemocracia. Creo que vamos hacia allá. Estamos saliendo de décadas liberales, como antes hubo décadas de economías dominadas por el Estado.

¿Adónde nos va a llevar esa ‘neosocialdemocracia’?
Yo creo que el comunismo está muerto y la socialdemocracia, moribunda. La neosocialdemocracia es otra cosa.

El fin de los liberales a ultranza….
Yo creo que los liberales, el reino del mercado, no se han transformado en una fuerza de desarrollo. El problema es lo que se va a construir. Es evidente que hay descontento, frustración, y que estamos como al comienzo de la sociedad industrial. El odio, la rabia, la miseria no se han convertido en una acción social y colectiva. Un 60% de la población, o más, tiene razones para tener rabia y sentirse eliminado, explotado, etcétera. Pero eso todavía no se ha traducido, en ninguna parte, en una acción de movilización colectiva y mucho menos de gobierno. La única cosa que ya tiene algún sustento intelectual es la ecología. Cómo recombinar ecología y economía, de eso se trata. No hay nueva fuerza social que no incluya, como tema central, el tema ecológico.

¿Está pensando en el cambio climático?
¡No es un cambio climático! ¡No es el clima el que ha cambiado, son los hombres los que cambian el clima!

De acuerdo, no es un fenómeno natural.
Hay un excelente historiador francés que ha escrito una historia del clima. El CO2, según dice, es un producto químico, pero la producción del CO2 es una cuestión social y económica.
Las clases políticas no han interiorizado la idea. Mire los problemas que hay para negociar el Protocolo de Kioto.


Hacer una exposición de los pájaros que están desapareciendo en un museo es una cosa, y evitar que la vida sea imposible en la Tierra es otra. Para que haya un movimiento tiene que tratarse de una cuestión de vida o muerte. Si usted me mata, yo puedo resistir. Si usted me dice que soy hermoso pero inútil, no voy a resistir. El problema es qué hacer con la ecología. Yo creo que cualquier movimiento o gobierno nuevo debe crear una sociedad de mujeres. No es un tema demagógico. He escrito un libro sobre eso. No se trata de conquistar el mundo por fuera, sino de reconstruirse internamente. La oposición entre mente y cuerpo, hombres y mujeres, tiene que ser superada. Y cuando uno habla con mujeres, como lo hice yo, eso aparece muy claro.
Interesante. ¿Las mujeres están más capacitadas para eso?
Absolutamente.

¿Por qué?
¿De qué fueron privadas? Hubo desigualdad, sí, pero era porque estaban la familia, la agricultura. Hay una cosa, sin embargo, que fue prohibida: la subjetividad. La mujer no tuvo nunca el derecho a decir «yo». Ahora las mujeres dicen «yo». Una vez, en un grupo de trabajo para un estudio que hice sobre mujeres musulmanas, había una mujer de 30 a 32 años que vivía en la casa de sus padres. El padre tenía un fusil para matarla si no era virgen. Ella contó su historia y todo el grupo lloraba. Después de eso, ella levantó la cabeza y dijo: «Mire, me doy cuenta de que es la primera vez en mi vida que digo “yo”».

Las mujeres pueden ser autoritarias también.
No son superiores a los hombres. Pero no vamos a una sociedad de equilibrio, unisex. Hemos vivido medio milenio en un mundo de hombres, en un sentido de conquista del mundo. Ahora estamos entrando en un mundo de mujeres, que significa el mundo reorganizado en función del adentro. Para hablar en el lenguaje de la CEPAL, los hombres son hacia afuera y las mujeres hacia adentro.

Eso no significa un matriarcado, sino una vuelta al sujeto.
Las mujeres, a las que he escuchado cientos de horas, piensan con mucha fuerza que la relación con ellas mismas, de autoconstrucción, es más importante que la relación con el otro. La ideología de la pareja, con equidad o igualdad, es una visión de curas, o de profesores. Pero las mujeres hablan poco de los hombres y hablan mucho de ellas mismas. Viven más en un mundo de mujeres, pero dicen que la relación con el hombre es fundamental, muy importante para la construcción de sí mismas alrededor del tema de la sexualidad. No digo que las mujeres vengan de Venus y los hombres de Marte, o tonteras así (reímos).

¿Los hombres no estamos capacitados para esa búsqueda?
Los hombres de Europa, o de la sociedad occidental, han decidido concentrarse en las riquezas, en crear una administración pública, en crear ciencia. La sociedad occidental es dinámica y enormemente brutal. Ha destruido el mundo entero con una eficiencia tremenda y ahora la eficiencia ha disminuido. Esta eficiencia es desde el papel de los hombres. No sé si los peruanos son superiores a los europeos, pero cuando escucho a hombres no dicen nada… Antes, los hombres decían «yo creo que para atacar Irán hay que pasar por Afganistán…». Una vez organicé un grupo de hombres y mujeres para discutir la relación hombres-mujeres. Las mujeres hablaban y los hombres estaban en silencio. Luego, las mujeres hablaban y los hombres decían «las mujeres tienen razón».

¿La globalización otorga alguna oportunidad a países como los nuestros?
La globalización es un sistema capitalista extremo que incorpora al mundo entero. Dentro de eso, usted puede hacer cosas muy diferentes. Usted puede escoger el máximo de economía de mercado o buscar una defensa de las minorías, fortalecer el Estado, aceptar cierto multiculturalismo. La globalización no contiene un modelo político.

No es una maldición o bendición, necesariamente.
No sé si un banco es una cosa buena o mala. No sé si una carretera es una cosa buena o mala. Si no hay carretera no hay accidentes de tráfico, pero tampoco se puede ir hacia la ciudad. La globalización es una forma, un aumento de la densidad de las comunicaciones. Con ella, la sociedad puede transformarse o autodestruirse. Yo diría que el tema más concreto del momento actual es que tenemos la capacidad de autodestruirnos. Un tipo de suicidio colectivo.

Doctor Touraine, ¿los derechos humanos son una esperanza en todo este panorama?
Son fun-da-men-ta-les. La noción de derechos humanos apareció prácticamente en el siglo xviii. La declaración más importante fue la de los franceses del 6 de agosto de 1789. En el momento presente es un tema fundamental. Todos tenemos una actitud ambivalente frente a la historia. Y ya no tenemos la idea del socialismo, el liberalismo, la abundancia. No. Hay fuerzas, mercado, Iglesias, religiones. Frente a eso hay una sola respuesta: el individuo humano tiene atributos universales y el universalismo de los derechos viene cuando Dios, el mercado y la historia están de vacaciones. Hay una sola legitimación de la acción humana, que es la defensa del derecho a ser un individuo o el derecho a tener derechos.


¿Eso va a ser posible incluso en los Estados islámicos?
Eso será posible a partir del momento en que no haya Estados islámicos. Esa idea tiene que ser destruida, tan totalmente como la idea de un Estado cristiano, budista o no sé qué. Por eso hemos ganado la historia durante mil años. Mientras se habla del islam, nosotros hemos dejado de hablar de la cristiandad. En Alemania, Francia, hemos dejado eso a partir del siglo xii. La lucha entre el Papa y el Rey de Francia es el comienzo de la modernidad.


¿Qué le sugiere el Perú? ¿Dónde está? ¿A la izquierda? ¿A la derecha? ¿Al costado? Y dónde está el presidente Alan García?
Es siempre complejo… (medita). Pero, básicamente, creo que el presidente, por razones que pueden ser muy positivas e inteligentes, está en el pasado. El gobierno es liberal, como los gobiernos solían ser hace diez o veinte años atrás. Ahora que todos los gobiernos están tratando de reintroducir el Estado, de retomar el control de las actividades económicas porque son fluctuantes y no muy sólidas, tal vez con razón, ese no es mi problema, el presidente defiende un liberalismo casi excepcional. Parece que se equivocó de tren, está llegando un poco atrasado a la estación de metro «Liberalismo».


Ha sufrido una metamorfosis política asombrosa.
Sí, es lo que digo. Es un poco como un personaje de Oscar Wilde: está tratando de ser más joven, de volver a la situación de diez o veinte años atrás. El Perú es casi el único Estado que es profundamente, casi totalmente, liberal.


¿Esa apuesta tiene futuro?
Humm… Ir hacia el pasado no tiene futuro (risas).

Guía práctica para padres desconcertados: La volá pendex

No se espante si su hijo anda de negro, se delinea los ojos, se cuelga peluches y chapitas o se viste de mujer. Él no es el raro… son todos así. Aquí tiene un manual para entender a estos jóvenes postdictadura, frutos de una sociedad de consumo plagada de animaciones japonesas, malls e Internet.

Un grupo de secundarios conversa en la esquina de Ahumada con Nueva York. Para algunos, el color es el negro: lo llevan en la ropa, en los bolsos, en el pelo, en el contorno de ojos, en todos los accesorios. Otros usan el rosado, el celeste, o colores más brillantes. Cada uno con su estilo, todos tienen algo en común: escuchan música importada de todas partes del mundo y copian los look de sus artistas favoritos. Son los adolescentes de clase media que inundan las calles de Santiago, escandalizan a las señoras y enojan a sus padres. Conforman tribus urbanas que no tienen un territorio físico, sino que virtual: el fotolog, donde se pueden ver todos los estilos (y las críticas entre unos y otros), todas las declaraciones de amor, todas las peleas con los padres y toda la emocionalidad de la edad del pavo. Pero de pavos no tienen nada, porque son más vivos que toda la generación anterior.

Después de 17 años de dictadura, que engendró una gran cantidad de chilenos apáticos y sin mucha inquietud por la moda, vino esta generación de recambio, que salió a protestar por la LOCE pero que no se dedica sólo a eso. Son los mismos de la revolución pingüina, que se forjaron al alero de los malls, MTV e Internet, pero también se preocupan de su look. Sus estilos son claros, marcados y globalizados. Apelan al respeto por la diversidad y a la falta de prejuicios. No quieren que los miren feo en las calles y exigen a sus padres que los dejen usar los piercings que quieran, vestirse como quieran (incluso de mujer) y que, más encima, los entiendan. Lo mismo que piden todos los adolescentes, pero éstos dieron un salto generacional que les parece abismante. Es como si el mundo hubiera cambiado tan rápido que dejó a toda esta adelantada generación de pingüinos viviendo el Bicentenario, mientras sus padres no entienden nada, ni su ropa ni su música. Acá va una pequeña guía para que sepa quiénes son y cómo identificar a los Emo, los Visual, los Alterna, los Oshare, los Eroguro y los Otaku, sólo una muestra seleccionada de las tribus juveniles. Para que se saque el signo de interrogación de la mente y los deje ser. LND

Pokémon: sólo quieren vacilar

Lo de ellos es la moda. También conocidos como “hardcoritos”, son una extraña mezcla entre el pop-punk y el reggaeton, aunque dicen que les gusta el hardcore. Usan zapatillas gigantes de skate, los pantalones abajo, unos polerones tres tallas más grande que su tamaño, ojalá todo de buena marca y limpio. Abundan las viseras para delante o para atrás, encajadas en cabezas de pelo largo aplastado y cortes desordenados. Como dice un antipokémon, “tienen un corte de pelo que parece una piña en la cabeza”. La mayoría usa piercings en la boca, en las cejas, en la nariz, en las orejas, en el ombligo. Ellas se pintan los ojos, usan peto o escotes y bailan reggaeton como si estuvieran poseídas por Daddy Yankee: suben, bajan, contornean las caderas, las piernas, el ombligo, los hombros. Se acercan y se ríen sin percatarse de las letras machistas que tanto disfrutan, perreando sin parar.

Los fotologs son su lugar de desahogo, de encuentro y de pose. Las hormonas están a flor de piel y, junto con el perreo de las fiestas, cultivan las fotos en sostenes sacadas desde arriba, los petos, las piernas al aire y la producción al máximo con ayuda del Photoshop.
Los que no pertenecen a este grupo los odian, los encuentran chulos o “poseros”. “Los pokémones no cachan nada de música, sólo van a las fiestas, bailan y sus conversaciones se basan en las zapatillas, el pelo y no van más allá. Es pura moda, se las dan de hardcore, pero no lo son”, dice Matías, un joven de 15 años que conversaba con una “emo” en plena Plaza de la Constitución.

Los japonesitos glam

Siguiendo por el Eurocentro, una niña de unos 15 años le grita a su amiga con más cara de chilena que el mote con huesillo : “¡Hashimitzu, espérame!”. A unos pasos de ahí, un veinteañero, entre risas irónicas, explica la situación: “Dudo mucho que esa niña se llame Hashimitzu, lo que pasa es que estos cabros se ponen nombres japoneses, están rayados”. Todo proviene del J-Pop (pop japonés), luego derivó al rock y se diversificó en distintos estilos. A pesar de que el origen es la música, lo más importante es la vestimenta glam, que imita a los integrantes de sus bandas favoritas. “A Chile llegó a través del animé. En las series aparecían canciones que eran del grupo que estaba de moda allá en Japón, igual que acá con las teleseries. Entonces los chilenos empezaron a escuchar esa música, a seguir a los grupos y a vestirse como ellos”, explica Carlos (alias “Isamu”), vendedor en un local del Eurocentro. Son los mismos seguidores de los grupos los que crean las tendencias musicales-estéticas provenientes de Japón. “Los músicos no dicen que son Eroguro u Oshare. Esos nombres los ponen los fans, son ellos los que crean la corriente”, explica Isamu.

A pesar de las similitudes, todos son distintos. “Esto se trata de la imaginación de cada uno; uno se inventa su maquillaje, su vestimenta, lo que tenemos en común es la música japonesa”, dice María Antonieta, una adolescente seguidora del glam japonés.
Visual-kei: lo afeminado está de moda

Caras de niño, ojos delineados, ropas negras, lentes de contacto de colores. Se maquillan las caras de un blanco que rechaza sus genes latinoamericanos y emula las máscaras del teatro Kabuki japonés, la principal inspiración para esta estética nipona glamorosa. Lo importante es lo visual, quieren ser únicos y originales sin destacar ni pertenecer a la masa. De este estilo nacen todas las demás tendencias japonesas. Pueden parecer muñecas de porcelana en negro, llenos de encajes y cintas. Esa es la estética Elegant Gotic Aristocrat o Elegant Gotic Lolita: muchachos vestidos de mujeres aunque no son ni féminas ni homosexuales, como en el Kabuki, en que los hombres se disfrazaban de mujeres para interpretar roles y luego se prestaban para tener sexo con féminas y hombres. Pero los músicos japoneses no son gays, o al menos no se sabe. “Son tan inalcanzables que tú no sabes su vida privada”, dice Isamu. Sin embargo, entre estas bandas se ha establecido el “fan service” (servicio para fanáticos), que consiste en darse un topón en el escenario para alimentar la sensación de ambigüedad sexual y todos los fans gritan emocionados. En este estilo, vestirse de mujer no es sinónimo de ser gay, y eso hay que dejarlo bien claro. “En Japón son tan machistas que para las mujeres es bacán un hombre que se vista como ellas. Por eso son populares, y en todos los grupos de música hay alguien ambiguo, que es como la mujer”, explica Isamu, el vendedor. Acá, la tendencia se copia al pie de la foto. “Allá en Japón no está eso de que porque yo me visto de mujer voy a ser gay, pero acá en Chile la gente te ve con los ojos pintados y te dicen: Ah, es gay . Y eso no tiene nada que ver”, dice Felipe, un visual que en sus fotologs aparece con vestido, encajes y peinado femenino.

Los Emo: llanto sin complejos

Ellos sufren. Lo suyo es la lágrima solitaria, sin mucho drama: lloran porque el pololo se fue, por las tristezas de la vida o por la amiga que se enojó. Las canciones de las bandas gringas que escuchan tocan todos los temas sensibles. Pura emoción: de ahí el nombre “emo”. El negro también es su color, pero acompañado de rosado, celeste, con cosas luminosas y estrellitas por todos lados, para mujeres y hombres. Contradiciendo su estética colorinche mezclada con negro, crean fotologs tristes e infantiles. En uno de ellos, un dibujo que se saca el corazón tiene la leyenda: “Al saber que no lo puedo controlar, prefiero arrancarlo”. Son los más odiados del mundo estudiantil, que los acusa de afeminados, llorones o vendidos. Lo cierto es que en este Chile plagado de hombres machistas e insensibles, muchas adolescentes aprecian a los emo, capaces de sentir, de llorar y de vestirse de rosado.

En el ciberespacio, las críticas hacia los emo van y vienen. Pero ellos se defienden: “Ustedes son antiemociones; emo es sentirte identificado con alguna canción, llorar con ella, sentir los sentimientos”, argumenta uno en su fotolog. Dicen escuchar hardcore melódico, pero un adolescente conocedor de los estilos musicales lo desmiente rotundamente: “Se supone que el emo es hardcore melódico, pero acá en Chile el emo es pop-punk”.

Alterna: o algo ashí

Es jueves en el Eurocentro. Por la escalera que baja desde el segundo piso viene una pingüina de cejas depiladas y delineadas con lápiz café, los labios bien rojos y párpados pintados con rosado y morado. “Yo soy alterna”, dice. “¿Y qué es eso?”, le preguntamos. “¿Alterna? Es alternativa”. Dice que el término viene del rock alternativo y que ella escucha de todo: rock, industrial, britpop, Lucybell, Saiko y Golem. Esa mezcla de grupos conocidos y populares la hace parecer más indefinida que alternativa. “No me gusta clasificarme en un estilo, porque al final igual uno escucha otras cosas. Para vestirse uno toma ideas de un grupo que a uno le gusta, como para marcar la diferencia”, dice, y lo aclara todo. Quizás lo alterna le viene porque en estos tiempos de tanta tribu, ella no pertenece a ninguna. No se encasilla, y eso sí que es alternativo.

Oshare-kei: happy together

Ellos son felices. Sus melodías siguen la misma tendencia del J-rock, con los gritos y solos de guitarra del Visual-kei, pero menos oscura y con tendencias punk. “Nuestra música es más happy, no tan pesada como las otras”, dice Jorge, un secundario oshare lleno de chapitas y cara de niñito. Las letras hablan del amor y las relaciones de pareja, pero siempre de manera alegre y positiva. “Los oshare son felices con los ositos, el amor y todo eso”, dice Felipe. Se llenan de chapitas, ositos y caritas felices. Se visten de negro con colores brillantes y llamativos, incorporando ropa de estilo más callejero y algo punk.
Eroguro: la estética sangrienta

Es el estilo más pesado de todos y nació de la banda Dir en Grey. Se visten como quieren, aunque siempre dentro del estilo Visual. Su caracterización no va tanto por la ropa como por la música, que pone el énfasis en lo erótico y lo grotesco, incorporando el gore. “Las letras son fuertes, violentas y sádicas”, explica Isamu, mientras muestra el video de un concierto de la banda en el que el vocalista, Kyo, se rompe la boca por dentro con las uñas hasta que empieza a sangrar, se golpea las mejillas y se rasga su pecho hasta que queda completamente herido. “Esto sólo lo hace Kyo, y lo hace en todos los conciertos”, concluye el experto.

Fuente: La Nación
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LA NUEVA MODA JUVENIL QUE SE PROPAGA POR SANTIAGO: La tribu de las orejas calientes

En su mayoría se ponen orejas de gato, animal casi sagrado en Japón, pero también es posible hallar de conejos, ratones o animales inexistentes. Se escabullen por la ciudad y en sus rincones se congregan en torno a la animación japonesa. Esta es su pasión. Vea por qué.

El amor hacia los animales en Japón, especialmente los gatos, se exportó a Chile a través de la animación de dibujos animados. Hoy los seguidores del mundo japonés imitan a sus ídolos.

Verónica o Ruki -su nick- anda con una cadena en cuyo extremo está su amigo con collar y cascabel al cuello. Él no habla, maúlla como neko -gato en japonés-. Ella dice que lo adoptó como mascota hace unos cuantos meses. “¡Miau!” exclama el Neko, el gato, el amigo de Verónica, en la esquina de calle Moneda con Paseo Ahumada, que es donde se reúnen con el resto de los otaku, o visual key, fanáticos de la animación y la música japonesa, respectivamente.

Ruki dice pertenecer a la corriente Visual Key(VK), a la que entró gracias a las series animadas venidas desde el país asiático. Es fanática de grupos musicales japoneses donde los integrantes de las bandas tratan de asemejarse lo más posible a una mujer. La joven viste ropa negra, los ojos delineados de negro y unos cinturones con calaveras. Además anda con láminas de sus grupos favoritos: Gazette es uno de ellos. “Me encanta el vocalista, lo amo”, dice mientras muestra una de las láminas en donde aparece una estilizada figura, que parece una verdadera caricatura japonesa mujer.

-¿Y es hombre?

-Sí poh, si es hombre. Es que sin ser gays ellos admiran la estética femenina. Yo soy, dentro del visual kei, eroguro, una mezcla entre lo erótico y grotesco. Usamos lentes de color blanco, pelo teñido y nos vestimos de negro. Aunque no siempre ando de negro.

Su amiga es una gotic lolita, de una apariencia tan oscura como tierna. Habla despacito detrás de su chasquilla infantil. Y aunque en estos momentos ninguna lleva orejas, varios de sus amigos sí lo hacen. Especialmente en los eventos, en reuniones, en juntas de otakus o VK, tendencias que a estas alturas se han confundido dentro de la amplia fauna de tribus urbanas.

Nadie sabe explicar si usar orejas de animales es visual, es otaku, o algo. Pero se desprende que todo parte de un mismo punto: la animación japonesa, que es la puerta de entrada hacia los visual key, cuyo interés es la música más que las series animadas. Otakus, en tanto, son fanáticos de la animé, a pesar de que la palabra en japonés sólo significa “fanático” y se use peyorativamente para determinar al perno, pero en mala onda. O sea al loser, al peor de los peores. Acá en Chile, en cambio, la palabra por sí sola sirve para halagar a alguien: si uno considera que alguien es otaku, es porque es un especie de genio en materia de animé.
Por eso “uno nunca dice de sí mismo que es otaku, eso no es bien visto, es ser soberbio”, señala cuanto admirador de la animé japonesa uno se encuentra en los típicos lugares de reunión: juegos Diana, Eurocentro, Parque Forestal, Nueva York con calle Moneda.

“Para nosotros un computador es esencial, nos comunicamos a través de foros, donde nos enteramos de los eventos que vienen. Y nos reunimos en ciertos lugares de Santiago, y sí, hay que tener recursos, no basta con ver monitos por la tele. Eso es básico, la idea es saber siempre más y para eso hay que tener plata para comprar series, música o lo que sea”, dice una chica, que esta vez anda sin sus orejas de conejo y que ya no ve el programa “Invasión” de Chilevisión, en el que el tema central es la animación y la música japonesa, y que hace rato dejó de escuchar un programa transmitido por la emisora FM Hit especializado en el tema.
Entre el Glam y el teatro Kabuki

De día conviven pacíficamente con el “brit pop”, en el pasaje Nueva York y a una cuadra de punkies, con quienes se toleran, pero no se llevan realmente bien. Pero si se trata de una fauna opuesta totalmente hay que mencionar a los hemo. Todos contra ellos parece ser el lema. Nadie los quiere. “Son mamones, medio maricones, muy poseros. Con esas ropitas rosadas, celestes, me cargan”, dicen niñas que gastan 6 mil pesos en comprarse orejas y cola de gato, gorros de conejos, chancho, ratón, etc... con las que se pasean en los variados eventos otakus o visual que se realizan.

Hay varias teorías que indican de dónde proviene esta moda. Una de ellas señala que el VK es una reinvención y resurrección de géneros tradicionales japoneses, como el teatro Kabuki, del siglo XVI, donde los hombres tenían que hacer el rol de mujeres en sus obras. Otra señala que no es más que la evolución del Glam rock de los 70, ya que en los principios, el VK se parecía mucho a este estilo. Sería la evolución natural de artistas como David Bowie, precursores del género y estética asexuada en el escenario que influyeron en el desarrollo artístico de Japón. Y hay otra tesis más que indica que el VK tiene orígenes barrocos, debido a su vestimenta y a su apego inherente a la tristeza y melancolía.

Acá en Chile nadie lo tiene claro. Los que comercian tanto animé como música japonesa en el Eurocentro -algo así como el templo sagrado de gatos, perros y conejos- señalan que acá simplemente “se chacreó todo”. Leslie, de 25 años es fanática del animé, pero no usa orejas, ni se viste de negro, visualmente no hay algo que la sindique como otaku. “Acá nadie es nada y todos son todo. Puedes encontrar visual otakus, otakus a secas, simples admiradores de la estética, o seguidores de series, o visual eroguros u oshares que les gustan los monitos japoneses. Pero no tienen nada claro”, dice.

Acá las orejas de animales -en su mayoría gatos, perros, conejos y cerditos- valen entre 3500 pesos y seis lucas. “Las compran para verse más tiernos”, dice una vendedora, que además confiesa usarlas. “Yo las uso por eso, no veo otro motivo”.

Carla, o Yukiko -chica conejo en japonés- no usa orejas de nada, pero confiesa que en algún momento pensó en adquirirlas. “Pero todos empezaron a usarlas y me cargó”, dice esta joven que en cambio, se disfrazaba de conejo rosado, tal como el que aparece en la serie Gravitation. Tiene 21 años y hace fila para bailar para-para , una máquina ubicada en un subterráneo que el día viernes en la tarde se llena de orejas gatunas, conejudas y ratonescas y que consiste en bailar música japonesa sobre una plataforma con sensores para los brazos y piernas. Ése día las orejas lo invaden todo en el local. Ella explica que esto de usar orejas viene de varias series japonesas, donde los protagonistas son animales, se transforman en ellos, o simplemente tienen orejas. Una de ellas es Loveless, donde el protagonista, Ritsuka, tiene orejas de gato.

También explica que “ hay quienes que se venden como mascotas, tienen amo y todo. Aunque eso se da especialmente entre las parejas de gays que además son otakus. Aunque cualquiera las puede usar”, dice.

En el “Euro” Yanina viene directo a comprar su par de orejas de gato. “¡me encantan!”, dice, y gentilmente posa para sacarse una foto con ellas. Le gusta el animé, pero no se confiesa otaku, aunque según lo que han dicho los otros, posiblemente sea de las que más saben, porque precisamente no se reconoce como tal. Desde los 16 años sigue los monitos japoneses. Y explica que las orejas tienen que ver con la sexualidad “lo que pasa es cuando empiezan a crecer, según una de las series, las orejas se caen. Tiene que ver con el desarrollo”. Teorías hay para regalar, pero todos coinciden en algo: no es fácil encontrar otakus chilenos con orejas en público. “Yo las uso en eventos, para no hacer el ridículo en la calle. Me las coloco sólo cuando me junto en reuniones con otros como yo”, dice Yanina.
Autor: Dalia Rojas
Fuente: La Nación
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Al ritmo de la tribu

Botas militares, ropa negra, cadenas en el cuello, peinados raros, zapatillas de marca. La socióloga Doris Cooper acaba de publicar “Ideología y tribus urbanas” y asegura que los jóvenes que las componen “están forjando la ética del siglo XXI”. Sepa en qué creen, qué música escuchan, por dónde circulan y qué monos pintan los muchachos que caminan por las calles de Chile.

Mohicanos, jeans bajo el culo, bototos militares, chaquetas negras. Aros, alfileres de gancho, zapatillas Nike, cadenas, ojos delineados, dreadlocks. Juntos o revueltos llaman la atención en el barrio, en las esquinas, en colegios de reputación, de letra y número y en las plazas desiertas de Chile.

Los emo derivan de los góticos, los dark de los punk, los hiphoperos de los raperos. Pero más allá del look todos están en la misma parada. "Tengo la impresión que los emo y pokemón aún no han constituido una ideología contestataria profunda, pero todos estos grupos presentan la crítica al sistema capitalista que construye un ideal de felicidad que es el consumismo", asegura Doris Cooper, socióloga, quien acaba de publicar el voluminoso libro "Ideología y tribus urbanas", por Lom Ediciones, donde se preocupa de cuatro tribus ya establecidas en la sociedad, como son los góticos, punks, raperos (e hiphoperos) y rastas.

Por cada grupo, la especialista en criminología presenta los orígenes, sus características, entrevista a más de cien jóvenes y pone música al ritmo de las tribus. "Se trata de jóvenes que buscan develar la realidad que no les agrada y que intentan detectar en qué consiste este sistema y qué fallas tiene. Uno de ellas es el de ganar mucho dinero como sinónimo de éxito", dice con su pelo rubio y sus labios rojos desde donde sale un habla mezcla de conceptos académicos, frases hechas y cuneta.
En su casa, rodeada de máscaras y cuadros pintados por ella, Cooper está segura que los jóvenes de estas tribus "están forjando la ética del siglo XXI, donde quizá la única conducta desviada es la apariencia".

MISMO, TE AMO

Antes de comenzar a desglosar el libro de su memoria, Cooper dice que sería bueno que la gente del sistema de educación se preocupe de estos temas "para que no discriminen en el colegio porque las niñas llegan, por ejemplo, con las uñas pintadas", sugiere refiriéndose a los góticos, quienes sienten que este sistema "venera la racionalidad y oculta la emocionalidad. Incluso, el amor hacia sí mismo, por eso los afectos, el odio, el rechazo, la soledad, incluso el reconocimiento de la muerte, son realidades que los seres humanos solemos olvidar en el contexto de un trabajo muy enajenante; ellos las rescatan, haciendo a la vez una crítica", dice Cooper.

Vestidos habitualmente de negro con símbolos que remiten a la Edad Media, como cruces y uñas oscuras, los góticos no se conforman por pandillas ni tienen líderes, son tipos más bien solitarios. El término gótico surge a fines de los ochenta para denominar un movimiento musical del postpunk en Londres.

Cooper, quien viste de negro en el momento de la entrevista, alucinó con los góticos. "Me impresionó mucho la profundidad del trabajo gótico en poética, en la composición de las letras de su música, el arte fotográfico, pictórico; son de una profundidad mayor".
Como ejemplo, la académica expone letras de canciones en su libro. En "El silencio", de la banda Lacrimosa, se lee: "El rechazo cubre al mundo, el odio fluye por los corazones, enfermedad que corre de principio a fin, las nobles líneas del ser humano. ¿Con cuál uniforme se detiene el uniforme?".

"JESUCRISTO ESTÁ EN MI CULO"

Mientras, los punk, más contestatarios, "se enfocan a otras debilidades del sistema, que nuestra ideología oculta, como por ejemplo toda la temática de la corrupción, de la explotación, de las seudodemocracias, los políticos corruptos; finalmente la gran crítica es a la elite del poder, las que actualmente no son nacionales, sino globalizadas".

Los punk surgen en Inglaterra a mediados de los setenta "como oposición a la decadencia de la subcultura rock y hippie", apunta Cooper. Los chicos de bototos y alfileres escuchan a grupos como los Sex Pistols, The Clash, X-Ray Spex, Siouxsie and The Banshees, entre otras bandas.
Críticos al sistema y sus orígenes en "Madre patria", la banda chilena Fiskales Ad-Hok reclama: "Oro robar pueblo saquear colonizar cristianizar a conquistar y... Gracias a la madre patria, gracias a la puta madre". Y en "Odio a los partidos", la banda española La Polla Records dice: "Tío Marx está podrido, tío Mao está cagao, Jesucristo está en mi culo y Buda en mi oreja, Hitler tiene sucesores y nadie los ve. ¡Odio a los partidos, fuego a las banderas!".

A su vez, al estudiar a raperos y hiphoperos, a Cooper le llamó la atención que en estas tribus "no participan las mujeres, donde la crítica a la Iglesia es potente, sin embargo ellos aplican la misma jerarquización de patriarcado. Ahora, como a otras tribus, a ellos les interesa que el sistema no los fagocite, como les pasó a los hippies, para lo cual ellos tienen especial cuidado, por eso simbólicamente los punk usan candados, alfileres de gancho, intentando protegerse del sistema. En el caso de los raperos, se ve mermado, porque los grupos son contratados por grandes sellos discográficos y seleccionan a quienes tienen contenidos musicales más light".

Autodefinidos como piño, familia o clan, de sus llamativos audífonos plateados salen sonidos de bandas como Charquiclán, La Cruz, Oriente Seis, Legua York, Inercia Emergente, Gravedad Cero y Gorila Kid. Y dentro del movimiento están los DJ, expertos en el "scratch", donde sus manos son la extensión del tornamesa, y también están los MC, maestros de ceremonia que le ponen el canto a las composiciones.

Y de ahí salen letras como las de Zaturno y Tapia Rabia, salidas de la prensa, como "Muertes, un joven asesinado por un cigarro. Una mujer se lanza al mar con sus hijos, el Gobierno no da información". Y como sacándole la foto a lo que pasa en política por estos días: "Somos los eternos esclavos dominados por los grupos de poder. Desde chicos nos enseñan cómo ver el mundo, y cómo debe ser calificado. Ciudadano Flores, ¿cuál es tu posición?".
DE JAMAICA A LA CANA

Verde, amarillo y rojo son los colores de esta tribu, y la marihuana o ganja la música de fondo para "potenciar la capacidad creativa de la mente, que la fortifica y la libera. En las interacciones sociales cotidianas se fuma gran cantidad de hierba, la que es considerada como un regalo de Jah Rastafari", escribe Cooper en su libro de más de 500 páginas.


"Ellos me sorprendieron por los valores que defienden en relación a las etnias y grupos indígenas que han sido vulnerados. Es una conciencia colectiva, histórica; incluso, el rasta chileno está identificado con el esclavismo que sufrieron los negros", apunta.

Los rastas nacen en África, luego se arraigan en América, Jamaica, después se expanden por el Caribe y todo el continente hasta nuestros lares. Una banda que se hizo popular en Chile fueron los Gondwana. En la canción "Libertad" cantan: "No puedo olvidar a tanta gente que sufre en cana, víctimas de la necesidad de su lucha por un mejor mañana".

Las tribus, hoy en su mayoría ligadas a Internet, es para Cooper un sitio donde "se van generando verdaderas cápsulas de conciencia colectiva. En internet se puede bajar un tipo de música, chatear con los de tu tribu; o sea, es una red digital, pero a la vez absolutamente concreta".

¿Qué tribus se vienen? La criminóloga lleva más de 20 años estudiando el tema de la delincuencia y dice que hay que ponerle ojo a los maras. "Son pandillas urbanas que existen en Centroamérica y Estados Unidos. Tienen su propia identidad, ya hemos visto casos en Chile como los guarenes y los cara de pelota". Así que no se asuste tanto porque en su barrio haya jóvenes con los pantalones bajo el culo o botas militares o con la cadena del perro en el cuello. LCD

LA FAUNA

Como en uno de esos mapas de museo, Santiago tiene dentro de sus cercas todo tipo de celdas para contener sus jaurías. Los emo, por ejemplo, habitan la periferia de la urbe sin abandonarla del todo. Principalmente después de clases y hasta entrada la noche, se reúnen en los antros de moda, como el galpón Víctor Jara, discoteques como la Blondie en la semana en días especialmente dedicados a ellos, el Club Miel, de Avenida Italia con Bilbao, y ahora último las fiestas de domingo en el ex estudio gigante de calle Catedral, donde beben Champín, una variedad de bebida sin alcohol.

El fenotipo pokemón prefiere reunirse en lugares amplios, donde se mimetizan unos con otros en el rito del ponceo. Recientemente se apropiaron del barrio Inés Matte Urrejola, mientras hacen fila para participar en “El diario de la tía Eva”. Garitos diurnos a los que se entra con pase escolar, como los del barrio España, el Rapa Nui, la ex disco Melody, la Brandy de Recoleta o Punta Juárez de Maipú. También dentro de las galerías del Metro Universidad de Chile y hasta el límite de Ahumada y Moneda, marcado por el Eurocentro.

Los góticos, en verano, se guarecen del calor que les prodiga el guardarropas negro en tumbas y mausoleos de cementerios poco transitados, como el Cementerio Católico. Pero en general pululan por el barrio del Bal Le Duc, en Irarrázaval, los fines de semana, último bastión de la música de cámara.

Los punk habitan casas okupa de la calle República o cerca del Parque O’Higgins, suelen verse mimetizando la mezclilla con el concreto alrededor del Club de la Unión y el edificio de la Bolsa de Comercio en calle Nueva York, ofreciendo flores de papel a los transeúntes, desapareciendo poco a poco de sitios emblemáticos como el Bar 777.

Mientras, los raperos son un grupo abundante en La Florida y Maipú. Transitan a lo largo de núcleos bohemios, como Pío Nono o Suecia, confundiéndose con el resto de la fauna reggaetonera que comparte el gusto por el bling bling y los pantalones anchos. Su ágora por excelencia es el patio trasero de la Estación Mapocho, donde bailan sobre planchas de cartón invocando el flow.
El rasta es menos numeroso, pero reconocible de manera inequívoca en lugares donde la tranquilidad le permita conectarse con la diosa ganja. Sitios como los alrededores de la Quinta Normal, donde el verde, amarillo y rojo lo convocan hipnóticamente como el club Jamming de Bellavista o los bandejones del Parque Forestal.

Autor: Javier García y Carlos Salazar
Fuente: La Nación
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Nuestra señora de la crónica

Es chileno, es comunista, es homosexual y es un genio. Pedro Lemebel llega al Perú. Dios nos ampare y favorezca.

Lo conocimos en persona la semana pasada en el gay town de su natal Santiago. Y desde el primer minuto agarramos tanta confianza que nos tratamos de niña para acá y chibola para allá. Nos pareció un loco fabuloso, beligerante, corrosivo, hilarante, bigger than life. ¡Y eso que aún no habíamos leído sus crónicas! Porque cuando las hemos leído nos hemos puesto verdes de envidia por lo cojonudamente bien que escribe y también de vergüenza por habernos tardado tanto en descubrirlo.

Sus libros Adiós, mariquita linda, La esquina es mi corazón, Zanjón de la Aguada, Tengo miedo torero, Loco Afán y De perlas y cicatrices son, simplemente, unas gemas deslumbrantes, unos diamantes perfectos que alguna vez brotaron de esos sus ojos locos como genuinas lágrimas de deseo, de maravilla o de rencor.
Para todo aquel que quiera conocerlo, líneas abajo encontrarán dos crónicas suyas (Al perder mi celular, tú y yo hemos perdido y ¿Qué horas son, mi corazón?), así como un completo perfil suyo publicado hace algunos meses en Gatopardo.

Dígnense acompañarnos –a Lemebel y a mí- este domingo 3 de agosto a las 7:00 de la noche en el auditorio José María Arguedas de la Feria del Libro del Jockey Plaza. Lo van a amar, lo van a pifiar, lo van a ovacionar, lo van a detestar. Y todo eso al mismo tiempo. Créanme. Lemebel es el deshueve.

Autor: Beto Ortiz.
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PEDRO LEMEBEL

Nace en Santiago a mediados de la década del ´50..Pedro Lemebel es escritor, artista visual y cronista, y cada fase (o actuación) de su identidad creadora (o performativa) está trazada sobre el paisaje de la cultura chilena de la resistencia desde una distinta transformación vital suya. Como Pedro Mardones (su nombre paterno) había obtenido el primer premio del Concurso nacional de cuento Javier Carrera en 1982, y su primer libro de relatos, Los incontables, es de 1986. En una entrevista, ha reconstruído esa primera transformación: "El Lemebel es un gesto de alianza con lo femenino, inscribir un apellido materno, reconocer a mi madre huacha desde la ilegalidad homosexual y travesti (1997).

La transitoriedad del género como protocolo discursivo subrayará, como un flujo de investigación poética, la otra escena, la del género como sexualidad transgenérica, fluída y antiprotocolar. En efecto, en los años 80, cuando la literatura había sido marginalizada por los aparatos de la dictadura (un período que según Carmen Berenguer hace volver a la palabra oral, al recital, a los nuevos recintos de una comunicación posible), Pedro Lemebel y Francisco Casas fundan el colectivo de arte "Yeguas del Apocalipsis" (1987). En una actividad que fue a la vez paródica y sediciosa, estos escritores convertidos en actores de su propio texto, en agentes de una textualidad en devenir (ni dada ni por hacerse, pura transición burlesca), desencadenaron desde los márgenes (desde la homosexualidad pero también desde el bochorno irreverente) una interrupción de los discursos institucionales, un breve escándalo público en el umbral de la política y las artes de lo nuevo. Su trabajo cruzó la performance, el travestismo, la fotografía, el video y la instalación; pero también los reclamos de la memoria, los derechos humanos y la sexualidad, asi como la demanda de un lugar en el diálogo por la democracia. "Quizás esa primera experimentación con la plástica, la acción de arte...fue decisiva en la mudanza del cuento a la crónica. Es posible que esa exposición corporal en un marco político fuera evaporando la receta genérica del cuento...el intemporal cuento se hizo urgencia crónica...," recuenta Lemebel. Entre 1987 y 1995, "Yeguas del Apocalipsis" realizaron por lo menos quince eventos públicos. Ese último año, Lemebel publica su primer libro de crónicas, La esquina es mi corazón.
Esta nueva transformación del artista/escritor no será, sin embargo, un mero proceso de alguien en busca de su mejor expresión o su voz más personal. Esa mitología lírica no se aviene con el caso de una figura hecha en cada instancia de su actuación tanto por su medio como por su público. Lemebel ha radicalizado la "metamorfosis" del artista romántico en el "travestismo" de identidades del artista postmoderno. Por lo mismo, no nos extraña ya que el deslumbrante barroquismo del hombre de la esquina roja (el paseante de paseo escandilazado) se transfigure, en su siguiente libro, Loco afán, Crónicas del Sidario (1996), en un relato ensayístico crítico y festivo, entre la anotación de filósofo volteriano (Pedro por su casa) y el humor carnavalesco que no deja piedra sobre piedra (Pedro desfundante). En ese proceso performativo de la escritura intersticial (hecha entre géneros, entre medios, entre públicos) las crónicas más recientes de Lemebel están dictadas por el tiempo y la voz suscintas de la radio (tiene a su cargo el programa de crónicas "Cancionero" en Radio Tierra).

Lo más patente es el caracter postmoderno del quehacer (o quedeshacer) de Pedro Lemebel, empezando por su radical cuestionamiento de la sociedad neoliberal, donde se reproduce una ideología represiva; y siguiendo con su práctica desbasadora de los dualismos estructurantes de la normalidad excluyente. Pero lo más original de su trabajo está en la vehemencia de su ejercicio de la diferencia. Esto es, en su formidable capacidad y talento para generar la hibridez. Quizá el travestismo que baraja identidades operativas, el carnaval que canjea escenarios equivalentes, los géneros que se ceden la palabra gozosa, la performance que es una ocupación de espacios monológicos y la sexualidad espectacular que no se ahorra ninguno de sus nombres, se configuran en esa hibridez, que es el eje de la escritura misma. Un escritura de registro tan metafórico como literal, tan hiperbólico como social, y cuya fusión (o fruición) es de una aguda poética emotiva. Guadalupe Santa Cruz ha dicho que Lemebel escribe con "la espléndida tinta de la mala leche." Escribe con desamparada ternura; o sea, con minuciosa ferocidad.

Lo notorio de esta escritura es el barroquismo. O su variante lúdica, que Severo Sarduy llamaba, con autoironía, lo pompeyano. Porque se trata aquí no de un barroco de la proliferación de lo inmanente, donde el objeto es generador de la abundancia; sino de una gestualidad barroquizante, cuya traza viene y va de la oralidad. El barroco es, por ello, la forma elocuente del coloquio, como si la realidad sólo pudiese ser comunicada en su reelaboración, ligeramente absurda o cómica, vista con la distancia irónica que merecen los espectáculos de íntima discordia. Aunque Lemebel ha dicho que detesta a los profesores de filosofía ("Me cargaba su postura doctrinaria sobre el saber, sobre los rotos, los indios, los pobres, las locas"), la conversación a que nos concita no está exenta del filosofar de la época, hecho desde las afueras, en los límites institucionales; en ese "borde con encaje," que reconoce como la cornisa de su arte.

Foucault anota en su Historia de la sexualidad que un interlocutor le protesta a Sócrates traer a la conversación ejemplos extremos. Aún más extremado, Lemebel podría haberle provisto a Foucault de mejores ejemplos sobre la indiferenciación genérica, que ya entretuvo a Lezama Lima en su Paradiso a propósito de la androginia original platónica. Ejemplos que, en el barroquismo reflexivo y el sincretismo oral del chileno, desafían a la taxonomía sexual; ya que en estas crónicas des-urbanizadoras se nos habla de locas, colizas, maricas, maricones, homosexuales, transgenéricos, travestis, pero todos ellos/ellas son equivalentes en la nomenclatura "gay," la que rehúsa la normatividad modernamente impuesta como diferenciación sexual.

Pero lejos de cualquier complacencia en la generalización de las diferencias (que las convierte en mera acusación, por ejemplo, en las por otra parte estremecedoras memorias póstumas de Reinaldo Arenas), Lemebel desarrolla en su barroquismo de sobretono popular una certera resistencia al rigor taxonómico, que así como cartografía el espacio de la sexualidad, busca imponer un lenguaje de la contabilidad. En la crónica chilena del fin de siglo, este filósofo natural nos dice que las estadísticas son otro lenguaje de la burguesía modélica, del capitalismo como programa único y del triunfalismo economicista. Ese discurso es una ocupación y un vaciado del futuro; o sea, una negación de los más jóvenes, de los muchachos pobres que recorren la esquina: "Herencia neoliberal o futuro despegue capitalista en la economía de esta "demosgracia." Un futuro inalcanzable para estos chicos...Por cierto irrecuperables, por cierto hacinados en el lumperío crepuscular del modernismo... Oscurecidos para violar, robar, colgar si ya no se tiene nada que perder y cualquier día lo encontrarán con el costillar al aire... Nublado futuro para estos chicos expuestos al crimen, como desecho sudamericano que no alcanzó a tener un pasar digno. Irremediablemente perdidos en el itinerario apocalíptico..."("La esquina es mi corazón").
Por eso, en "Censo y conquista" Lemebel propone una subversión popular no contra el poder establecido sino contra su funcionalismo mecánico, el censo. Escribe: "Hay que ponerse la peor ropa, conseguir tres guaguas lloronas y envolverse en un abanico de moscas como rompefilas, para evitar los trámites del sufragio."

Como siempre, el fluir cotidiano se le torna hipérbole, espectáculo, apocalipsis, en un proceso de inducciones (lógica socrática y sobremesa metódica): "De esta manera, las minorías hacen visible su tráfica existencia, burlando la enumeración piadosa de las faltas. Los listados de necesidades que el empadronamiento despliega a lo largo de Chile, como serpiente computacional que deglute los índices económicos de la población, para procesarlos de acuerdo a los enjuagues políticos... Una radiografía del intestino flaco chileno expuesta a su mejor perfil neoliberal, como ortopedia de desarrollo. Un boceto social que no se traduce en sus hilados más finos, que traza rasante las líneas gruesas del cálculo sobre los bajos fondos que las sustentan, de las imbricaciones clandestinas que van alterando el proyecto determinante de la democracia."

La crítica, por lo tanto, se sostiene en la puesta en duda que reinicia una práctica popular de resistencias. La matemática de la marginalidad, nos dice el cronista, no sirve a la pobreza, sino todo lo contrario. Y de esa premisa, como si leyera en el texto natural de su tiempo permanentemente travestido, concluye con una pragmática latinoamericanista, de remoto origen nietzcheano y cierta entonación deleuziana: "Acaso herencia prehispánica que aflora en los bordes excedentes, como estrategias de contención frente al recolonizaje por la ficha. Acaso micropolíticas de sobrevivencia que trabajan con el subtexto de sus vidas, escamoteando los mecanismos del control ciudadano. Un desdoblaje que le sonríe a la cámara del censo y lo despide en la puerta de tablas con la parodia educada de la mueca, con un hasta luego de traición que se multiplica en ceros a la izquierda, como prelenguaje tribal que clausura hermético el sello de la inobediencia."

En verdad, si el mundo incaico fue burocrático y decimal, el mapuche no fue ni federal ni frentista, para evitar que el estado le exigiera reciclarse y no demorar más la modernidad; por añadidura, y aunque nuestros países están llenos de conservadores que no tienen nada que conservar, el mercado como espacio de libertad se torna irrisorio para quienes no tienen nada que vender o comprar. Y, en fin, las estadísticas demuestran con sus promedios que en el papel siempre somos menos pobres de lo que en realidad somos. De cualquier modo, quizás los pueblos marginales (los flujos de migrantes, de excluídos, de jóvenes expulsados del sistema) sean ya indocumentables, apenas un cálculo proyectivo entre los que nacen y los que mueren, esa contabilidad del mapa neoliberal.

Así, como si fuera ya tarde para las taxonomías y los censos, Lemebel acude al barroquismo en un gesto característicamente latinoamericano: la cultura de la resistencia responde no con la economía de la nominación puritana sino con el exceso de la renominación metafórica; no con la simetría apolínea de la forma armónica, sino con la hibridez informalista y el "salto por el ojo de la aguja" (propuesto por Vallejo, retomado por Lemebel). Responde también con el sobredecorado, el rizado, la voluta. Pero no solamente resiste y responde, también reapropia con apetito y crea con hambre. Como el último "filósofo autodidacta" (que en la carencia humana aprende a leer la escritura de su tiempo, asi como el viejo filósofo aprendía a leer en la naturaleza la escritura divina), Pedro Lemebel nos enseña a reconocer también la fuerza de esas reapropiaciones y de esas hambres. Desde ellas, piensa el presente como un proceso irresuelto, hecho en las restas de la violencia pero así mismo en las sumas de la pasión.

Todavía en su última transformación, Pedro Lemebel se nos aparece convertido ahora en cronista anti-criollista (porque el criollismo latinoamericano es una apoteosis del lugar común, una representación complaciente y acrítica, que en Chile y en Perú lo asume ahora el entretenimiento televisivo). Y ha sido aún más explícito al descartar los teletones populacheros entregados a preparar el hot-dog o la empanada más grandes del mundo con el propósito deportivo de ingresar al disparate de los récords, el Guinness. Con el mismo espíritu crítico con que refuta el censo, rebate ahora la competencia nacionalista del super-sandwich como metáfora de un Chile del primer mundo. Como Carlos Monsiváis, que en los tiempos del gobierno de Carlos Salinas denunció los costos de la retórica primermundista para un país que se precipitaba, más bien, en las evidencias; Pedro Lemebel fustiga directamente la implicancia política de esta patética apuesta triunfalista. Escribe: "Había que demostrar el "milagro económico" chileno en las veinte mil piruetas del Libro de Guinnes. El despertar de un país que se levanta con orgullo de garrapata triunfal y que dejó atrás al Tercer Mundo. Una fonda del extremo sur que renovó su escabeche tricolor por el pollo rost beef y las hamburguesas sintéticas de los mall, pub, shopping, donde se remata el hambre consumista. Una hilacha de país que mira sobre el hombro a sus vecinos pobres. La Meca dollar del continente que habla de tú a tú con el Mercado Común Europeo. El ejemplo neoliberal para los indios piojosos de Latinoamérica... Por eso se hizo el "completo" más largo, que medía veinte kilómteros de tula alemana por la carretera. Casi de mar a cordillera, el hot-dog gigante dividió al país entre chucrut y ketchup. Y se necesitaron tantos huevos para la mayonesa, que se llevaron camionadas de gallinas a Investigaciones donde las picanearon con electricidad para que pusieran más rápido..."

"Para no ser menos, otra aldea famosa por los dulces empolvados se inscribió con un alfajor monumental donde se ocupó todo el azúcar que necesita una población para endulzar su mísero desayuno de un mes... "

"Para justificar los aires fanfarrones de estas competencias, se dice que la venta del producto va en ayuda de alguna Teletón, un hogar de huérfanos, algún asilo de ancianos, que reciben las cuatro chauchas de esta limosna publicitaria. Todo se va vendiendo, trozado, repartido y consumido por el apetito grosero que proclama su eructo populista de amor a la patria." ("Un país de récords," en Punto final, Santiago, octubre de 1997).

Pero cito esta crónica en extenso para ilustrar no sólo la vehemencia satírica sino algo más importante del trabajo del autor: la disputa por el lugar de la cultura popular. En efecto, esas ceremonias de pantagruelismo municipal, que en los Estados Unidos son una práctica semirural regionalista (las ferias compiten por el cerdo de más peso, el zapallo más gigantesco, etc.), parecen más bien una manipulación mediática de la cultura de la plaza pública; y el derroche que exhiben resulta un ritual no sólo dispendioso sino vacío. Reveladoramente, el cronista acera su sarcasmo porque ya no se trata solamente del espectáculo y la trashumancia; se trata ahora del espacio de la cultura popular, de por sí marginalizado, de pronto ocupado por estas ceremonias de contrasentido.

No es casual, entonces, que esta crónica chilena apuntale una economía simbólica de la preservación cultural (que asegura la función nutritiva de la memoria popular) y de la comunicación horizontal (que gesta el diálogo democratizador de la plaza pública, de su versión callejera). Tampoco es casual que coincida en ello con gestos paralelos de Carlos Monsiváis y Edgardo Rodriguez Juliá, los otros grandes cronistas de la postmodernidad latinoamericana, que Jean Franco sumó, con justicia, a Lemebel, el tercio incluído de este triunvirato de elocuencia y bravura.

Estas puestas en duda de las clasificaciones de la estadística y del gigantismo banal de la competencia, son más que simples críticas al archivo estatal y su programa; son verdaderas disputas por la construcción de la objetividad. Su valor político está situado en lo cotidiano específico, su valor cultural afirmado en el espacio abierto de la plaza pública, su persuasión moral planteada como transparencia crítica. Estas adhesiones y pertenencias vienen de lejos, reverberan en estos gestos ligeramente pintureros, y siguen de largo en pos del lector.

Dicho de otro modo, Pedro Lemebel es un escritor que, extraordinariamente, dice lo que piensa.

Dice más, claro, porque la marginalidad herida aduce también lo suyo en estas crónicas de desamor. Su segundo libro, Loco afán, Crónicas de Sidario (1996) es aún más inquisitivo, y si bien abandona el barroquismo preciosista del epíteto y la hipérbole, gana en inmediatez y familiaridad. Se trata, ahora, de la urgencia del deseo (que construye una vida alterna a la normatividad) y de la muerte por sida (que borra la inmunidad como si tachara al lenguaje mismo). Entre el espectáculo del deseo y la ceremonia de la muerte, buena parte de estas crónicas registran la lucha por sostener el lugar desde donde tanto el placer como la agonía puedan ser vistos de frente, procesados por un diálogo afectivo y maduro. Pero si ello forma parte de la estrategia proposicional de la crónica (donde el agente del relato convoca otra temporalidad, hecha en la duración del espectáculo), lo que no podríamos prever es el humor con que el cronista sería capaz de rizarle el rizo a la Parca.

Así, en esta apoteosis del deseo (de "loco afán") emergen dos otros rasgos de la escritura de Lemebel: primero, su capacidad para el grotesco; y, segundo, su búsqueda de un exceso expresivo, capaz de exorcisar la densidad semántica y privilegiar el acuerdo elemental sobre los hechos. Como Luis Rafael Sánchez, Lemebel hace del grotesco una "épica descalza," es decir, una lírica con calle. Como en la prosa porosa del puertorriqueño, varias hablas orales se interpolan en la crónica del chileno: el eros tiene esa vehemencia de voces henchidas, escanciadas y silabeadas, que cruzan en voz alta su arrebato tenso, su juego retórico y tentativo. Ese juego demanda el exceso, fractura la mesura, arriesga los límites. Recorriendo, así, lo patético pero también lo cómico, el lenguaje abre lo público en lo privado, y viceversa; porque la crónica es el género de los entrecruzamientos (analogías de lo diferente), de la hibridez (antítesis de lo semejante), de la mezcla (travestismo de lo uno en lo otro). Contra la normatividad burguesa que territorializa los espacios cerrados contra los abiertos, los privados fuera de los públicos, la apoteosis lemebeliana es carnavalesca (rebajadora), relativista (escéptica) y celebratoria (religadora).

En "Los mil nombres de María Camaleón" (un nombre de por sí emblemático del poeta de los mil colores y ninguno), leemos lo siguiente: "Así, el asunto de los nombres, no se arregla solamente con el femenino de Carlos; existe una gran alegoría barroca que empluma, enfiesta, traviste, disfraza, teatraliza o castiga la identidad a través del sobrenombre. Toda una narrativa popular del loquerío que elige seudónimos en el firmamento estelar del cine. "

Y luego: "En fin, para todo existe una metáfora que ridiculiza embelleciendo la falla, la hace propia, única."
Todo lo cual sugiere que el nombre multiplicado dirime en el cuerpo del lenguaje la probibición del cuerpo transgresivo: contra la reducción del habla que lo condena, sanciona, persigue y victimiza, este derroche nominal transfiere este cuerpo a la zona acrecentada de significación permutante, donde la identidad es una máscara y el sujeto una mascarada. Las palabras que sobredicen le dan una ruta sustitutiva, no sólo compensatoria, donde hasta lo grotesco es decorado y mejorado. La cultura del margen se acrece en ese trabajo restitutivo.
Otra crónica, "El último beso de Loba Lamar" narra la muerte de una loca sidosa, y para alarma del lector se trata de una de las muertes más comicas de la literatura más trágica. Las amigas peleando con el rigor mortis para que la cara de la difunta venza a la muerte con el gesto de un beso, suma el grotesco, el exceso y la comedia. Esto es, el barroquismo festivo de Pedro Lemebel renombra a la muerte desde el eros nomádico.
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1. Pedro Lemebel ganó el primer premio de cuento en el Concurso nacional Javier Carrera (1982). Sus relatos aparecieron en Incontables (Santiago, Editorial Ergo Sum, 1986). En 1992 dictó el seminario "Eva dice a Adán" en la Universidad Católica de Valparaíso. En 1992 publicó crónicas en Página abierta y al año siguiente fue editor de esa revista. Hizo la presentación de Carlos Monsiváis en el Seminario Utopías que tuvo lugar en Santiago en 1993. Partició del Festival Cultural Stonewall, Nueva York, en 1994. Este mismo año empezó a publicar crónicas en el diario La Nación. Participa de la Escuela de Verano de la Universidad de Concepción en 1996, y dicta el seminario sobre Crónica urbana de la Universidad Playa Ancha de Valparaíso. También ese año colabora en la revista Lamda, empieza su programa radical Cancionero en Radio Tierra, dicta un taller de crónica en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Chile y recibe la beca Fondart para el proyecto del libro de crónicas "De perlas y cicatrices." Participa del seminario "Crossing and Sexual Borders," en New York University (1996). Al año siguiente viaja a La Habana para intervenir en la Biena de Arte. Desde el 98 es cronista de la revista Punto Final. Aparecen las primeras traducciones de sus crónicas al inglés en las revistas Grand Street y Nacla Report. Sus libros de crónicas son La esquina de mi corazón , Crónica urbana (Santiago, Editorial Cuarto Propio, 1995; 2da. ed. 1977), Loco afán, Crónicas de Sidario (Santiago, Editorial LOM, 1996; 2da. ed. 1997), y De perlas y cicatrices (LOM, 1998).
2. Fernando Blanco y Juan G. Gelpí, "El desliz que desafía otros recorridos. Entrevista con Pedro Lemebel," en Nómada (Puerto Rico, Nº. 3, 1997, pp. 93-98).Véase también la crónica de Carolina Rubino, "las últimas locas del fin del mundo," en Hoy (Santiago, Nº. 736, 26 ago.-1 sep., 1991.

3. La cronología de obras de "Yeguas del Apocalipsis" es la siguiente: "Refundación Universidad de Chile," intervención, Facultad de Arte, Universidad de Chile (1988); "Tiananmen," performance, Sala de Arte "Garage Matucana," Santiago (1989); "¿De qué se ríe Presidente?", intervención en espacio publico (proclamación presidencial, Sala Carlos Cariola, Santiago, 1989); "La conquista de América," instalación y performance, baile nacional descalzo en mapa y vidrios, Comisión Chilena de Derechos Humanos, Santiago (1989); "Lo que el sida se llevó," instalación, fotografía y performance, Instituto Chileno-francés de Cultura (1989); "Estrellada," intervención de espacio público, zona de prostitución, calle San Camilo, Santiago (1989); "Suda América," instalación y performance en la Obra Gruesa del Hospital del Trabajador, Proyecto de salud pública del gobierno de Salvador Allende, Santiago (1989); "Cuerpos contingentes," performance y exposición colectiva, Galeria de Arte CESOC, Santiago (1990); "Las dos Fridas," Instalación performance, Galería Bucci, Santiago (1990); "Museo abierto," exposición colectiva, instalación y performance, Museo Nacional de Bellas Artes (1990); "De la nostalgia," instalación y performance, Cine Arte Normandí, Santiago (1991); "Homenaje por Sebastián Acevedo," instalación, video y performance, Facultad de Periodismo, Universidad de Concepción (1993); "Tu dolor dice minado," instalación, video y performance, Facultad de Periodismo, Universidad de Chile (1993); "La mirada oculta," exposición colectiva, fotografía, Museo de Arte Contemporáneo, Universidad de Chile, Santiago (1994); "N.N.", instalación y video, Universidad de Talca (1995); "Yeguas del Apocalipsis," Bienal de la Habana (mayo, 1997). Gloria Camiragua filmó un video con las Yeguas luego de que fueran expulsadas de la muestra colectiva del Museo Nacional de Bellas Artes por el propio director, el pintor Nemesio Antúnez (1992). Sobre "Las dos Fridas" hay referencias en el ensayo de Jean Franco "Género y sexo en la transición hacia la modernidad," en Nomadías (Universidad de Chile, Programa Género y Cultura en América Latina, No.1, 1996); y un análisis de Nelly Richard, "Género, valores y diferencia(s)," en su libro Residuos y metáforas (Ensayos de crítica cultural sobre el Chile de la Transición), 1998. Guadalupe Santa Cruz habló de "La Santiago Travesti" a propósito de las crónicas de Lemebel en el seminario "Conjurando lo perverso, lo femenino, presencia suspensiva," La Morada, Santiago, junio 1997. Soledad Bianchi en el documento de trabajo "¿La insoportable levedad...?" (ARCIS, Nº. 21, oct. 97) propone en lugar del término "neo-barroco" (que vincula a Lemebel con la impronta lezamiana desarrollada por Sarduy y retomada por Néstor Perlongher, el neologismo "neo-barrocho" , haciendo eco desde el santiaguino río Mapocho a la variante propuesta por Perlongher de "neo-barroso" en alusión al Rio de la Plata. El juego es justo: tiene por término común el barro, que está en el origen derogativo de "barroco travesti" (1997).

Fuente: Letras5
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Sybila Arredondo (o una chilena en el exilio peruano de la sombra)

De ella poco se sabe en su destierro «al este del paraíso». Tampoco las cartas son aves bienvenidas para la brutal prohibición que tiene de leer o escribir en su mudo castigo. Cada año, el seco invierno limeño escarcha de polvo la pequeña cuenca enrejada de su ventana penal, amenazando derribar el temple de su pensar libertario. Pero ha pasado en manadas el tierral de las décadas y ella sigue sin volver, enjaulada en esa fría celda como un pájaro peligroso, mientras la eterna espera mutila el tedio de su orgullosa soledad. Y es que de siempre, Sybila fue así, ya de niña remarcada en el perfil de su desmelenado gesto, ya de joven fresca y en su alborotado afán de creer en un mundo justiciero y novelesco, ya de mujer cuando los verdes años le revoloteaban en las páginas de los libros, conviviendo con la literatura, alternando día a día con los grandes personajes que visitaban su casa. Los amigos de su madre, Matilde Ladrón de Guevara, escritora y yunta de Pablo Neruda con Matilde Urrutia. Tal vez por eso, la literatura fue un reino paralelo que espejeaba su cotidiano, un sueño de mundo posible, discurseado en la lírica ebria de los poetas. Una utopía de mundo impulsada por los versos de Jorge Teillier, susurrados en su oído en los eructos del alba. Y así el amor la encadenó al corazón de ese joven sonámbulo de trenes, el lánguido poeta Teillier, un adolescente flacuchento cargando pesados libros que contrapesaban el culebreo etílico de su pendejo vaivén. Y quizás, para Sybila, ese primer matrimonio enmarcó de rosas sepias su primer enlace con la literatura, cuando de tan jóvenes, las tardes de domingo campaneaban en los brindis con Enrique Lihn, y tantos amigos de la pareja que retozaban los almuerzos en la mesa del patio, en esas doradas tardes riendo y jugando con Sebastián y Carolina, los pequeños hijos que resultaron de esa florida pasión.

Algún eco de esas risas vuelve a retratar a la Sybila de ese tiempo, castaña y altiva con un chispazo de gallarda ética en su mirar risueño. Ese mismo gesto que descubrió José María Arguedas, el escritor peruano, cuando la conoció en una conferencia que vino a dictar en la Universidad de Chile. Por entonces, ya el matrimonio con Jorge Teillier había sucumbido y Sybila trabajaba en la Librería Universitaria, a un costado de la casa de Bello, por esa Alameda de marchas y mítines obreros, entre Arturo Prat y San Diego. «Por esa veredita de oro con luz de luna o de sol», llegaba José María a buscar a Sybila, bastante más joven que él, para pololearla con el fulgor mestizo de su bella pluma. Él ya era famoso y reconocido entre los grandes de las letras latinoamericanas. Pero junto a Sybila, al fuego vital de su indómita presencia, Arguedas se acurrucaba como un tímido zorro falto de cariño.

Así la pareja decidió anudar las cintas lacres de sus vidas en la dupla amorosa y americanista que desde ese momento embanderaría su destino. Juntos partieron a Lima donde establecieron su hogar y su trabajo cultural en la ciudad de los virreyes. Pero esa Lima de entonces, con calles de adoquines y «sonrisas con rubor», una ciudad tajeada por el crudo contraste social de indígenas a medio cubrir por los harapos y pituquines del embeleso limeño, los soberbios paseantes del Miraflores palogrueso y tradicional, esa clase que se sentía dueña del talento de Arguedas por haberle entregado las claves de la literatura occidental. Esos limeños de tez clara, descendientes del yugo español, nunca aceptaron que una chilena se casara con Arguedas, su mayor escritor, y menos que lo fuera politizando hacia lugares tan extremos que incluían la revolución armada y la confrontación social.

Y es que este país ya está confrontado, ya está escindido por la injusticia, le comentaba Sybila a José María mientras caminaban por los verrugosos callejones de la Lima criolla. Mira esta ciudad de esclavos y niñeras incas de uniforme, sirviéndoles el té a toda esa clase patricia de lisuras intelectuales y aristócratas, le repetía ella con una brasa de rabia en sus ojos de fuego azuceno. Aquí la gran masa de indios y pobres es humillada y explotada por unas cuantas familias burguesas. Tú eres un cholo, y sólo te aceptan como indio ilustrado.

Y no pasó mucho tiempo hasta que los pasos de Sybila se encaminaron junto a la bronca indigenista de la izquierda peruana. Eran épocas de nacimientos y desates armados, de guerrillas y brotes insurrectos en toda la América plebeya. Y Sybila se sumó a ese derrame como ayudista, correo y protectora de jóvenes, estudiantes y mujeres indígenas que militaban en el proscrito Sendero Luminoso. Una guerrilla con tendencia maoísta, el movimiento revolucionario más fuerte y numeroso organizado en Perú, y que durante mucho tiempo puso en riesgo la estabilidad conservadora de esa nación. Y fueron varios los personajes políticos e intelectuales que adhirieron a esa causa, principalmente del ámbito académico, de la Universidad de San Marcos en Lima, donde Arguedas ejercía su labor docente. El escritor, ya bastante mayor, y afectado de una oscura depresión, visitaba continuamente Chile para atenderse con la psiquiatra Lola Hoffman, pero aun así, nunca logró salir de ese negro pozo que más tarde lo llevaría al suicidio en la misma casa de Chosica que compartía con Sybila.

A la muerte de Arguedas, Sybila esperaba un hijo de un militante de Sendero, hecho afectivo y quizás compartido por José María, que el tribunal peruano utilizó suciamente en su contra cuando fue presa y condenada duramente por su participación en la guerrilla. Desde allí el cielo se nubló para Sybila Arredondo, condenada por traición a la patria, ya que ella había adoptado la nacionalidad peruana al casarse con Arguedas. Luego de varios años, la solidaridad de conocidos escritores latinoamericanos que abogaron por Sybila, logró su libertad, pero pronto volvió a caer presa al descubrirse sus contactos con antiguos amigos de Sendero Luminoso. Sybila no supo entonces que era vigilada por los perros de la inteligencia militar y sin saberlo, contribuyó a la captura de varios senderistas.

Desde ese momento, tal vez por la dura represión que recibió Sendero Luminoso, su accionar se tornó más violento, más explosivo, al incendiar la sierra peruana con su senda dinamitera. Y en esa escalada suicida cayeron inocentes, muchos campesinos que fueron pasados por el paredón tras el paso acosado de la guerrilla. Y en Lima, los continuos bombazos dejaron una estela trágica de niños y mujeres reventados por la pólvora. Y sin duda, el glorioso movimiento maoísta que alguna vez hizo soñar a las multitudes proletarias e indigenistas, decepcionó incluso a muchos que en los inicios habían apoyado y participado de esa armada ilusión.

Por hoy, la suerte de Sybila Arredondo no ve futuro, ni siquiera cuando la presión de su madre ante el gobierno de Aylwin logró que Fujimori le concediera la expatriación a cambio de que ella renunciara a la nacionalidad peruana. Pero Sybila se negó y eligió prolongar su condena en esa polvorienta prisión de Chorrillos, cerca de Lima. Y ahí está todavía, su larga trenza nevada se ilumina de sol media hora cada día, el único tiempo que le permiten salir al patio para ver el sol, y en esos contados 30 minutos de vigilancia extrema, Sybila enseña francés y filosofía a sus compañeras de prisión. Pero el sol cruza fugaz, como un cometa navideño para ella, y luego la retorna a la oscuridad de su mazmorra, donde borda el silencio de su injusta relegación. Así transcurre su larga noche tras las rejas en el desolado paisaje de Chorrillos, esperando como una niña el regalo mezquino de esa tajada de sol que le otorga la justicia peruana. El tiempo lento se desplaza como una cuncuna enferma por el desierto horizonte que ven los ojos de Sybila envejecida, pero aún de pie, aún resistente tras los altos muros de esa cárcel para presos políticos de Perú, otro socavón sin alma donde la crueldad judicial deja amohosarse el esqueleto vivo de Sybila Arredondo; una flor cautiva, una amapola canosa, privada del mundo en ese mortal escalofrío de tinieblas y desamor.

NOTA: Sybila Arredondo fue liberada en el 2003, cinco años después de que se publicara por primera vez esta crónica en la revista Punto Final.

Autor: Pedro Lemebel
Fuente: Punto Final
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PEDRO LEMEBEL: "O escribo o me enamoro"

El escritor de "La esquina es mi corazón", "Tengo miedo torero" y "Zanjón de la Aguada", entre otros, conversó sobre su vidá y obra, y adelantó para Publimetro su nueva producción "Bésame otra vez forastero".

"La reja siempre está cerrada. A lo que lleguen llámenme para abrir la puerta". Efectivamente la puerta del "cité" donde vive estaba absolutamente cerrada; sólo hay un niño jugando, el que mira y nos pregunta, "¿buscan al Pedro?". Y rápidamente, antes de un sí, sale corriendo por el pasillo hasta la puerta de la casa de Lemebel. Entra, se demora unos segundos y nos grita desde el otro extremo: "¡Pedro dice que lo esperen en el restaurant de la esquina!". El lugar es pequeño y está repleto de gente, se caracteriza por la oferta en comida italiana. Nos sentamos y esperamos. Se demora, pero como quien entra a la cocina de su casa, Lemebel ingresa al lugar. Mira con desconfianza, levantamos las manos haciendo señas para que se acerque, se sienta, pedimos algo para comer y beber, y de forma espontánea la conversación comienza.


En tu último libro "Zanjón de la Aguada", la crítica argumentó que Lemebel sigue armando sus crónicas con las mismas temáticas, nada nuevo. ¿Crees que esa crítica fue un poco injusta?
-No me preocupa, el libro estuvo en las listas de lo más vendidos varias semanas y fue más pirateado que el Condorito. Cumplió su destino: develar algunas caries políticas, rasguños sociales. Ahora está disputando los premios "Altazor" como mejor crónica, me da lo mismo, porque esas crónicas ya están panfleteadas en la radio Tierra donde las difundí o en The Clinic donde las publiqué.

¿Te incomoda la crítica?
-Pero qué me pueden importar las críticas pues hijo, cuando mis libros estan traducidos, cuando mis libros son materiales de estudio en universidades extranjeras, no me puede importar la pobre crítica chilena.

Centrar tu obra desde tu realidad, ese mundo que tú denominas como subterráneo, oculto, ¿crees que en algún minuto puedes agotar al lector?
En algún momento voy a cansar, pero en este momento, después de Edwards Bello, yo no tengo nada de Edwards ni de Bello. Después de Joaquín Edwards Bello yo soy el mejor cronista de este país y punto. A lo mejor novelista no, para que se queden tranquilos los novelistas que me envidian tanto por el "Tengo miedo torero", que ha sido traducido hasta en mapudungún, que lo quieren hacer película los canadienses. Novelista no, yo no trabajo con la ficción, trabajo con el hecho contingente.

¿En tus nuevas crónicas qué realidad vas a relatar y qué parte de la sociedad vas a reivindicar?
-A mí no me gusta que se me adjudique el papel de quién debe develar los pecados del neoliberalismo, porque todos tenemos esa responsabilidad.Creo que voy a darme un gusto, voy hacer un mapa urbano con los inmigrantes que llegan a esta capital, llámense peruanos, argentinos, hasta un pascuense tengo por ahí. Algunos en su mayoría han pasado por mi cama. Porqué no, también puede haber una mujer o una persona mayor, no solamente los jovencitos que resbalan por las sábanas de Lemebel, demasiado fálico lo encuentro. Se llamará "Bésame otra vez forastero".

Cuando leo tus textos, noto que no desarrollas el sentimiento del amor, en especial cuando describes tus relaciones de pareja o momentos de tu vida familiar.
-No me hables de familia, yo huyo de la familia, sobre todo pensando en la familia tradicional, en el pesebre chileno, donde se reponen costumbes tan conservadoras como el matrimonio, la boda, los hijos. Los amigos para mí son la familia que no tuve y es una familia bastante amplia, bastante perversa también en las relaciones que se pueden dar entre ellos.

Sigo sin comprender, ¿por qué eres tan esquivo al amor?
-El amor para mí, no reviste ninguna importancia, es ordinario, porque hasta los "pacos" se enamoran (ríe). El amor es muy fugaz, es un desafío demasiado grande, o escribo o me enamoro. Amores lachos, huachos, taxiboys callejeros, muchos. Ni tantos tampoco, estoy a régimen últimamente (ríe). Pero el amor de aquí a la eternidad ya no tiene que ver con mis fantasías ni con mi futurología.

Te incomoda ser un referente para conocer esas vidas que tú describes.
No, al contrario me encanta, porque es mi subterráneo de misterios y de negros milagros. Ese es mi bagaje cultural, yo con eso escribo, no tengo el miedo de caer en la instantaneidad de estos tiempos, donde pasa de moda todo rápidamente, yo no soy moda, a estas alturas de mi vida ya no puedo ser moda.

Cuándo hablamos por teléfono me dijiste que siempre hay algo que decir, pero con esta vorágine de información cualquiera puede hacer polémica, ¿es tan así?
Seguro toda esa gente que está haciendo gala de un cierto destape sexual, destape artístico. Eso ya venía referenciado en otras personas que dimos esta lucha hace bastantes años, por eso que a mí no me conmueve, ni es un desafío para mí ser un provocador. Yo fui un provocador pero en los años más "peludos", con susto, con miedo, con terror y con harta "raja" y valentía. "Culo" y valentía nunca me han faltado, esa es la palabra (ríe).

Para un escritor todo libro representa una etapa distinta, en este nuevo proyecto, ¿cómo te encuentras, estás cómodo, te sientes conforme contigo y tu entorno?
Creo que para mí la conformidad nunca fue una palabra muy grata. Yo soy inquieto de cabeza, soy un tipo que sospecha mucho, yo tengo la sospecha como mi bandera de batalla. Ahora si tú me preguntas si he escrito lo mejor que yo puedo dar, digo que sí, en ese sentido soy bien directo, creo que lo mejor ya lo escribí: "La esquina es mi corazón" es un libro que difícilmente otro escritor pueda acercarse a ese desparpajo, a esa metaforización de una ciudad que yo hago ahí, difícilmente y me jacto. Con ese libro yo me pongo en un lugar cercano a los grandes cronistas latinoamericanos y el resto será repetirme, como tú dices, vender la misma pomada o a lo mejor salgo con algo nuevo o a lo mejor me hago trapecista, pero sin red, sobre un mar de bocas hambrientas...

Por: Jorge Gómez Lizana
Fuente: Letras
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