Entre despedirse o volver a Mariátegui

La publicación de libro de José Ignacio López Soria titulado Adiós a Mariátegui. Pensar el Perú en perspectiva postmoderna (Fondo Editorial del Congreso de la República, 2007), trae consigo un debate que se ha venido desarrollando silenciosamente en los pasadizos universitarios. Y es que junto a López Soria, David Sobrevilla se plantea la misma pregunta; ¿ya es hora de despedirse de Mariátegui?

En el presente escrito me ocupare de exponer los argumentos de Sobrevilla y López Soria respecto a la pregunta planteada; ¿acaso ya es hora de despedirse de Mariátegui?

Empecemos con Sobrevilla, en su libro El marxismo de Mariátegui y su aplicación a los 7 ensayos (Universidad de Lima, Lima, 2006) afirma que; “el desarrollo del pensamiento de izquierda y del marxismo en el Perú ha de depender sobre todo de la capacidad que muestre para asumir el reto de ir con Mariátegui más allá de Mariátegui” (p. 426). Dicha aseveración, a su vez, nos plantea la interrogante ¿Qué significa ir con Mariátegui más allá de Mariátegui”? Para Sobrevilla significa encontrar en Mariátegui los puntos muertos de su teoría, para de esta manera, entender los argumentos que aún tiene valides, es decir, separar lo vivo de lo muerto.

Pero entonces ¿Qué está vivo y que esta muerto en Mariátegui? Sobrevilla, respecto a esta pregunta, concluye que “en el marxismo de José Carlos preponderan los elementos muertos, por lo que de proseguirse el camino de Mariátegui, su concepción del marxismo debería ser ampliamente reconstruida: ante todo se tiene que rechazar el punto de vista del partidismo en cuanto al conocimiento, el determinismo económico tiene que ser reelaborado en una forma más satisfactoria, se debería renunciar a la concepción del marxismo clásico de que la sociedad está compuesta de base … y superestructura determinada en última instancia por aquella, y se debería procesar de otra manera la idea de la lucha de clases. Importante sería en cambio preservar el componente ético del marxismo. Por otra parte, se debería abandonar la idea de que la revolución tenga que ver con la propuesta de un mito que no se dirige a la razón de los revolucionarios sino a su intuición, imaginación y afectividad. Finalmente, es positivo que el marxismo mariateguiano no hay hecho uso de un recurso tan problemático como la dialéctica.” (p. 424).

Finalmente Sobrevilla reflexiona afirmando que “…en su conjunto la interpretación mariateguiana de la realidad peruana ha perdido su capacidad explicativa…” (p. 425-246).

Por otra parte, Vargas Llosa en una entrevista publicada en la separata Fama del diario La República (16/03/2008) afirma que “hay que despedirse de algunas ideas de Mariátegui que son ideas que están marcadas por su época (pero) hay que leer a Mariátegui. Mariátegui es un intelectual muy respetable, es uno de esos marxistas raros en el Perú y muy raros incluso en América Latina que no fue, él lo dijo, calco y copia” (p. 3).

Cito el párrafo anterior debido a que le encuentro semejanza con el argumento de José Ignacio López Soria vertido en su postulado de Adiós a Mariátegui, postulado que a continuación tratare de exponer. Bajo el titulo “Adiós a Mariátegui”, López Soria nos plantea –en una entrevista dada al diario El Comercio– simbólicamente “despedirnos del pensamiento de los años 20, es decir del pensamiento moderno, cuya figura más significativa es Mariátegui” (El Comercio: 09/12/2007. ), a su ves afirma “Nos podemos despedir, pero eso no significa que no dialoguemos con ese pensamiento” (El Comercio) y esto debido a que “una de las dificultades que tenemos en los procesos de reconstrucción histórica es que no dialogamos con el pasado y lo que necesitamos es dialogar creativamente con él” (El Comercio).

López Soria sostiene que ya nos hemos despedido de muchos pensamientos como, por ejemplo, el fascista tan importante en los años 30. “Son los propios pensadores de los años 20 los que no vieron -no tenían por qué verlo- lo que se avecinaba en el proceso de desarrollo del Perú; y es que los pensadores de los años 20 le pertenecen a su tiempo y, como tales, interpretan la realidad de una determinada manera y a partir de eso elaboran una propuesta de desarrollo de la sociedad peruana, esta nación en gestación, como decía Mariátegui, o país a medio hacer, como ha dicho Vargas Llosa. Lo que yo sostengo es que el esfuerzo que hacemos por interpretar la realidad actual no es entendible con las categorías que manejaban los pensadores de los años 20 y, por ende, hay que lanzarse a una aventura creativa del pensamiento” (El Comercio).
Hasta aquí podemos encontrar elementos parecidos o semejantes en la propuesta de López Soria en relación a los postulados de David Sobrevilla, sin embargo, la diferencia fundamental entre ambas ideas radica en que López Soria no considera “que los pensadores de los años 20 se equivocaran ni que haya que separar lo vivo de lo muerto de sus afanes y proposiciones. Para mí (para López Soria), despedirse de ellos no significa olvidarlos, ni desechar lo supuestamente muerto de sus reflexiones y propuestas. Significa, más bien, revivirlos, dignificarlos, dialogando con sus mensajes para imaginar respuestas con enjundia histórica a los nuevos afanes y retos del presente” (“Adiós al discurso moderno en el Perú” de José Ignacio López Soria en Hueso húmero. Lima, n° 39, sept. 2001, p. 47-57).

Para finalizar estas líneas tratare de concluir algunas afirmaciones. En el libro Kant y los Epígonos publicado en 1870, Otto Liebmann acuñó la frase “Hay que volver a Kant”. En un contexto en el que la dirección pareciera ser alejarse para despedirse definitivamente de Mariátegui, afirmo que más bien hay que “volver a Mariátegui”. ¿Pero como hacerlo?

Mariátegui sin lugar a duda es un pilar de la intelectualidad peruana, pero su figura trasciende ese espacio para ubicarse como elemento neurálgico de la ideología. El Amauta por años ha sido el indiscutible colchón ideológico y teórico de casi todos los grupos que se han vinculado a la izquierda en el Perú, sin embargo, a causa de eso mismo, se ha perdido el rumbo y el estudio de las particularidades especificas de cada tiempo.

Al situar a Mariátegui sobre un altar hemos perdido la esencia dialéctica de su pensamiento y hemos recurrido a él como recurre un feligrés a la Biblia. Al parecer se ha perdido la capacidad de recrearlo y de estudiar sus categorías en el espejo del nuevo siglo que nos ha tocado vivir, y es a causa de esto que la frase “volver a Mariátegui” termina siendo, al parecer, el reflejo de la confusión, orfandad y la búsqueda de una ilusión ideológica en nuestro tiempo. En esta logia plantear “volver a Mariátegui” seria una manifestación de incapacidad de generar nuevas alternativas y mas bien añorar y refugiarnos en las tradicionales formas de solucionar los problemas.

Sin embargo creo que en los tiempos actuales si hace falta volver a Mariátegui. Pero volver a él de una manera especial, ya no con la frente abajo sino con la espada desenvainada para, junto a él, encontrar las soluciones a los problemas que desde su tiempo nos viene aquejando. Entendiendo que la realidad es un producto histórico no podemos despojarnos de su pensamiento, sino, debemos de manera creativa contrastar sus categorías con el panorama actual, sin odios ni rencores, sino con la firmeza de que en ese estudio nos acompaña un gran peruano como lo es José Carlos Mariátegui.
Autor: Jose Luis Lopez Huaynate